martes, 14 de octubre de 2008

Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito

Claudia subió al coche con su marido y como todas las mañanas, tuvo que rectificar el espejo retrovisor, hecho que ya se había convertido en algo rutinario desde hacía meses: encontrarlo en otra posición, adecuada para alguien más pequeño ya no les sorprendía. Miró el cuentakilómetros: como siempre, su coche había recorrido sesenta kilómetros.
Semanas después, Esteban, el anciano vecino, enjuto y menudo, anunció que se marchaba a vivir con una señorita, “¡nos seguiremos viendo!” gritó al despedirse, “tan sólo me voy a treinta kilómetros de aquí”.
Desde aquel día, el coche no volvió a salir por las noches.